viernes, 6 de julio de 2012

Todo tiene un Origen

Aprovechando el tema este del mes del orgullo gay me he puesto a reflexionar un poco sobre cómo ha sido este viaje desde la homosexualidad simple a la osunidad comprometida. No puedo negar que desde antes de saber qué era el sexo, ya me sentía atraído por las personas de mi mismo sexo; me recuerdo con unos 5 años fantaseando con besar a un hombre sin nombre, tocar su cuerpo, principalmente me interesaba la parte genital, ese bulto que se formaba en los pantalones. Tanto era mi interés que un día le comenté a mi padre lo siguiente:

-Papá, me gustaría verle el pipí al señor Juan- Un robusto y amable jardinero que atendía las plantas de la casa cada 15 días...

Mi padre, se quedó atónito, y me contestó de una manera titubeante aunque escalofriante:

-¡Eso es de maricos!, ¿y tu sabes que les pasa a los maricos?, a los que son maricos les da una enfermedad que se llama SIDA y se mueren, porque están cometiendo un pecado tan grande que Dios lo castiga...

Sus palabras quedaron grabadas en mi mente, fue muy severo y castrador, pero con los años me dí cuenta que hasta cierto punto lo puse en una posición muy incómoda, sólo comparable con lo que sufría el papá de Mafalda. Primero que nada, era un niño de 5 a 6 años que le exponía sus primeros indicios de preferencia sexual; además estaba su nivel de educación (estándar para la época cabe destacar) reforzada por una alta influencia católica, lo reciente que estaba el tema del SIDA (año 1985) y los estereotipos afeminados de los homosexuales estaban en todas partes. Era el menor de 4, y las primeras 3 eran hembras y mucho mayores, mi crianza estuvo rodeada por un gran componente femenino: abuela, tias, primas, etc. Al parecer, en mi familia, eso de hacer varones no les está muy bien dado. ¿Será que mi papá temía que la influencia femenina en mi entorno "malograra" mi masculinidad?, sería raro, porque su infancia fue muy parecida a la mía, como decía: en mi familia, y por ambas partes, eso de hacer varones no se les da bien.

Yo creo que esa fue la última vez que hablé con mi papá sobre el tema, estaba claro que había todo un componente de terror y maleficio tras mi atracción sexual hacia los hombres, así que preferí poner punto en boca al tema y comenzar mi aventura de exploración sexual por mi cuenta antes de deprimirme, flagelarme,  castrarme o engañarme obligándome educar mi sexualidad hacia la heterosexualidad. ¡Nada que ver!, el mundo era grande y mis ganas de satisfacer ese pulso eran más grandes que cualquier maldición bíblica, sólo tenía que ser paciente.

Con el pasar de los años las oportunidades se dieron, siempre tenemos algún amigo o conocido de nuestra edad que se atreve a experimentar y quebrantar ciertas reglas con el firme propósito de calmar las hormonas. Los detalles me los reservaré por razones obvias, pero por lo menos una vez al año se presentaba la oportunidad de explorar un poco más, aunque ¿En ese momento era gay?... Creo que no, y ya les contaré por qué.

Ya siendo adolescente, con una actividad sexual relativamente satisfactoria, intenté tener relaciones afectivas con féminas, es decir buscarme una "novia", pero uno siempre tan egocéntrico, siempre echaba los tejos a puro espécimen clase AAA olvidando que era estándar. Al final nunca tuve una novia, aunque de tenerla tendría que haber montado la tramoya para que no descubrieran que realmente me gustaba el hermano, porque hay algo de lo que me dí cuenta también: muy bonitas las teticas, muy rico el olor, muy dulces los abrazos y muy agradable la compañía, pero eso sí: nunca he funcionado ante la presencia de una mujer, sería algo así como una impotencia selectiva: con ellos si pero con ellas no, entonces algo pasaba, me había evolucionado de un homo curioso a un homosexual completo, de los extremos en la escala de Kinsey, entonces el conflicto: ¿Qué soy?, homosexual a cabalidad, pero como persona ¿Qué?

Repentinamente llegaron los sentimientos, necesitaba encontrar a alguien que compartiera mi preferencia sexual y que además tuviera una relación fraternal, romántica, amorosa, ¡lo que fuese!. Ya había cruzado el umbral del descubrimiento sexual y la satisfacción hormonal, y era hora de crear vínculos sociales. Por cosas de la vida logré conocer a esa persona cuando tenía 16 años, no duramos mucho tiempo juntos (se fue del país y más nunca supimos el uno del otro), pero a pesar de lo efímero fue intenso y significó un pasaje de ida sin regreso a una nueva etapa de mi vida: ¡Reconocerme como gay!... Y se preguntarán ¿Cuál es la diferencia entre ser gay y ser homosexual?, para mí la diferencia fue clara: la homosexualidad se refiere a la atracción SEXUAL, a lo hormonal, al deseo, a la carne, pero el gay es un proyecto personal que trasciende la preferencia sexual homosexual que te identifica como una persona capaz de amar, vivir, socializar y crecer, consciente que, a pesar de los cánones sociales y que hay que adaptarse a las condiciones, no te puedes negar a ti mismo lo que eres y siempre mantendrás actitud positiva ante la adversidad. Hay que recordar que gay es un anglicismo que significa: hombre alegre, por lo que así como un payaso hay que mostrar siempre la mejor cara a pesar de la carga.

Ya en este punto, me gustaría contestar la pregunta que seguramente se están haciendo (porque la he escuchado hasta el cansancio), ¡Sí busqué ayuda profesional!, pero el resultado no fue el esperado, terminé sacado del closet en un macabro intento por demostrar que los gays también son personas; gracias a Dios (porque si soy una persona de fé) mis compañeros me aceptaron tal cual era, y ya era tarde para remediar el asunto.

A pesar de lo abrupto de la situación empecé a abrirme cada vez más, sólo respetando a las personas que yo sé que jamás comprenderían la cosa a pesar de su amor infinito: mis padres y abuelos, el resto que se joda...

Vale la pena destacar que reconocerme como gay, sólo fue la primera parte, porque ahora tendría que definir mi posición como gay entre los gays, porque a pesar que nos consideremos seres individuales, nuestra construcción personal se complementa con la sociedad (si no me creen pregúntenle a cualquier psicólogo). Ya más grande comencé a salir a bares, y poco a poco surgieron caras conocidas que abrieron sus puertas de closet de cristal (porque no había que ser pitoniso para saber que eran gay, pero siempre es mejor primero confirmar), también conocí gente nueva y se crearon sociedades, unas efímeras y otras de larga duración, pero la mayoría constructivas a su manera. En ese momento conocí un variopinto tipos de gays: desde los trasvestidos hasta enclosetados casados y con hijos, afeminados artistas, adictos a gimnasios, geeks, aspirantes a Miss, y pare de contar matices que iban desde el macho vernáculo hasta el anteproyecto de niña colegiala; tal experiencia social me permitió además crecer y ser más tolerante con mi entorno, porque si nunca me he identificado con el estereotipo afeminado, era consciente que si quería un mundo más tolerante la ley debía comenzar por casa. Tuve épocas de extrema delgadez, también coquetee con el fashionismo, pero al final siempre buscaba la comodidad, presentándome como un chico sin posturas y sin artilugios, entonces fui etiquetado como un "guy next door", es decir un chico común y corriente. Comprendí que los gays, más allá de ser fanáticos de las cremas humectantes pueden cambiar cauchos y filtros de gasolina, desatascar un carro de la arena y arreglar cañerías (cosas a las que siempre he estado dispuesto), además deben saber y disfrutar el baile, consumir licor como cosaco pero mantener la compostura, puede ser líder y ser confidente; ser gay era algo más que enamorarse de un hombre, estar pendiente de las celebridades y tratarse en términos femeninos, ¡Para ser gay hay que ser hombre!...

Así como los genes o las hormonas te hacen sentir atracción por tu mismo sexo, por lo menos en mi caso, me llevaron a cumplir esa necesidad de realizar actividades físicas, trabajos rudos y ensuciarme las manos con mugre de grasa y tierra; seré gay pero me gusta sentirme como el Capitán Cavernícola y además disfruto compartir con mis amigos más cercanos el uso de términos y nombres femeninos por simple maldad humorística. Que cualquier maricón me diga mamita en la calle es un insulto, pero si un amigo me dice "perra mardita" lo recibo con gusto y contrapunto. 


Han pasado los años, y ya en los treintas puedo decir que estoy satisfecho con mi trabajo personal; mi familia y amigos saben que soy gay (aunque mis padres tomaron la postura de "lo sé pero no lo comparto" lo acepto y no hace mayor peso) y no me he prestado a hacer pantomimas de asexualidad: si creo que es pertinente y sé que tendremos que compartir mucho, agárrate porque te voy a soltar que soy gay. Me ha salido panza, mi vello facial se ha emparejado, no me visto a la moda sino para sentirme cómodo, ¡me gusta ser masculino!, por lo que decidí evolucionar como persona y llegar al siguiente peldaño: Me declaro Oso. ¿Y por qué me etiqueto? ¿Por qué sacrifico mi individualidad por un simbolismo o convención social?, la respuesta es sencilla: soy un ser humano egocéntrico y sediento de definición en el mundo, y estemos claros, no hay nada más cuchi y a la vez poderoso que identificarse con un oso: peludito, regordete y adicto a los abrazos, pero también estoico, viril y potente; tal vez una forma de satisfacer algún instinto paternal subconsciente. 


Pero no todo es fácil en la vida, en todo este tiempo he visto que "la cultura osuna" tiene un lado oscuro: la discriminación y segregación. En los países donde la cultura osuna es más vieja, se ven batallas campales entre estos y los fashionistas afeminados, y en caravanas de orgullo se puede ver a más de un prospecto de camionero tongoneándose al son de J Lo. Es decir, no todo es como se pinta y cada quién toma de su bandera lo que mejor le parezca.


Ya tengo 31 años, soy gay y me gusta identificarme con la cultura osuna y su iconografía llena de masculinidad y grandeza; no comparto muchas cosas del cánon estricto de esta subcultura, pero así como en la religión: toma lo que te haga mejor persona contigo y déjale la vaticanada a los demás.    

3 comentarios:

  1. Me encantó este texto. Definitivamente, la escritura fluye sola cuando se hace desde ese lugar llamado nosotros mismos. A mi entender, ese es el reto para madurar como escritor, encontrar esa voz propia que está por encima de las ganas de escribir o de ser admirado por lo que uno escribe; expresión pura, por la necesidad (y el placer) de ser uno mismo. Eso es lo que percibo en este escrito y por eso quiero felicitarte. De pana, me encantó.

    ¡Abrazos!

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  2. Las personas escriben muchas cosas, a veces pienso que estamos en el límite de lo demasiado. Excesos de exposición de idioteces, sin pudor, gritos desafinados de lo mismo, delirios de reconocimiento. Sin embargo, a pesar de la frecuente decepción, insisto en buscar cosas, algo que me reconcilie con lo mejor que tiene el hombre de tan fascinante defecto, efecto del ser.
    Por eso, cuando encuentro algo para leer que me gusta, es decir, me saca del tedio, sorprende e incita ese placer de la risa solitaria ante la palabra escrita, cuando eso sucede, lo agradezco. Por eso te agradezco.
    Oportunidad! Eso me ha parecido tu texto, oportunidad de un lindo y muy agradable momento de lectura. GRACIAS.

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  3. muy bueno bro

    un gran abrazo

    te estimo!

    J

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